Sacúdete en tu tumba Simone

>> sábado, 8 de mayo de 2010


Segundo domingo de mayo: Día de la Madre. Dos semanas antes, las “editoriales” Saga Falabella, Ripley, Hiraoka, Topi Top, entre otras, publican enciclopédicos volúmenes sobre la gran variedad de productos que uno puede regalar a mamá. Se instala así la concepción de que el amor no se mide por la dedicación, el tiempo, la confianza, la solidaridad, la comprensión, la amistad, el soporte, el afecto, profesados día a día, a lo largo de los años, a la autora de nuestros días, sino en qué compras y cuánto gastas. Mientras mejor y más caro, hay más cariño (o más culpa por todo lo que no se comparte con mamá). La medida del amor, ya no es amar sin medida, sino “dilo con tecnología” como reza el eslogan de Radio Shack.

Pero me quiero detener en una de las campañas publicitarias de este año, la de Saga Falabella que es la culpable de que Simone de Beauvoir esté revolcándose en su tumba. Es ampliamente conocido que esta ilustre filósofa francesa denunció la condición de subordinación de la mujer en la sociedad contemporánea y que el mayor aporte que hizo a las ciencias sociales, a la vida misma de sus habitantes, es la sustentación de que no existe un destino biológico sino que hombres y mujeres se construyen en sociedad, bajo parámetros que no han sido dictados por la sabia naturaleza, sino que han sido forjados y desarrollados en las mismas civilizaciones por nosotros construidas. La famosa frase “una mujer no nace, se hace” es la que ha impulsado buena parte de las apuestas feministas y posteriormente de los estudios de género, para develar aquellas estructuras simbólicas, psicológicas, sociológicas, lingüísticas que moldean nuestro ser hombre y ser mujer, nuestra misma construcción de la sexualidad y la identidad, las mismas que conociéndolas y comprendiéndolas, podemos ser capaces de cambiarlas.

Así que el eslogan “Amar está en tu naturaleza mamá” es una patada al hígado de Simone y una cachetada a todas aquellas que creíamos que el determinismo biológico ya había sido desechado de la mente de nuestros contemporáneos. Pero, para ahondar en el problema, la campaña se explica así misma:

“Una madre ama sin esperar nada a cambio; protege y acoge, sorprende y alivia. Una madre hace magia con poco y cura heridas con sonrisas. La naturaleza, probablemente la madre más antigua de todas, es la mejor inspiración para todas ellas, está llena de generosidad y belleza. Esta vez nuestro homenaje es para ese amor natural que heredaron las madres, ya que juntas hacen de este mundo, un lugar inolvidable. Hoy es el momento de hacerle sentir que nadie la ama como tú lo haces. ¡Feliz día mamá! Amar está en tu naturaleza”

Me voy a centrar sólo en dos aspectos cuestionables de este postulado: su carácter idealista y su carácter contradictorio. Las madres, peruanos y peruanas, ciudadanos del mundo, aunque no lo crean, no son perfectas. ¡No! Y sin duda el imponerles como horizonte la perfección es un peso excesivo que deben cargar sobre sus espaldas, aunado a las incontables virtudes que se les imputan. Las madres, como cualquier otro ser humano, tienen defectos y virtudes, aciertos y errores, no aceptarlo es establecer la relación con ellas sobre una ficción frustrante. A su vez, la idea de que el amor es implícito al ser madre es también falsa y negativa. El amor, como cualquier otro sentimiento, se educa, se construye, se alimenta. Y por ello, asumirlo como algo dado impide que sea desarrollado con responsabilidad y madurez, haciendo más difícil la comunicación familiar. En una relación saludable de madre e hijo, ambos crecen como seres humanos, sobre la base de alimentar un afecto recíproco y respeto compartido.

La contradicción se da en un doble sentido. En primer lugar, asumiendo la madre abnegada, mágica, esclava que la sociedad desea, se genera como consecuencia también un mostruo sobreprotector, entrometido, sensiblero que ataca a las novias de los hijos, que no deja a las hijas salir solas a la calle, que opina sobre cada aspecto de la vida de sus retoños. Cuando se le ha pedido a un ser humano que frustre todas sus aspiraciones intelectuales, afectivas y sociales, por consagrarse en cuerpo y alma a otros seres humanos, por velar por su bienestar y felicidad, es lógico que el centro de su vida sean ellos y que se ocupe porque su sacrificio no sea echado por la borda por un mal matrimonio, un embarazo prematuro, una carrera truncada, un exceso de velocidad, una enfermedad venérea. Entonces creamos madres histéricas e hijas e hijos neuróticos. Y esas madres que tanto dicen querer, se hacen odiosas y se les olvida, se les aleja, no se les visita, sólo en el día de la madre.

La otra contradicción, es que ante este interesante símil que se hace entre naturaleza y madre, la naturaleza también adquiriría las virtudes de abnegación, sacrificio y estoicismo que en efecto vive nuestra madre naturaleza ante la explotación, devastación y contaminación de sus contornos.

De modo que tanto el discurso de la madre naturaleza, como el discurso de la madre biológica son falsos, si fueran reales, ¿no se desvivirían las empresas por otorgar los permisos de maternidad?, ¿no se remuneraría adecuadamente a las madres para que puedan sostenerse a sí mismas y a su familia?, ¿no se impulsaría que las profesionales que también son madres subieran en el escalafón al ritmo que su responsabilidad y vocación de sacrificio se consolidara?, ¿no se contrataría inmediatamente a las jóvenes madres para que al nacer sus bebés tuvieran cómo mantenerlos?, ¿no se velaría por sobre todas las cosas que la naturaleza no fuera alterada, destruida, amenazada? No, eso no ocurre, porque una cosa es el discurso idealizado de la madre que les permite vender y otra cosa es la realidad de la maternidad que les impide ganar. Todo ello además envuelto también en un discurso racista, clasista, alienado y deshumanizante, pues la madre además debe ser blanca, rubia, de ojos claros, joven, esbelta y regia. A nuestras madres no se les está valorando en estas imágenes que no las representan, que no les otorgan ningún reconocimiento, ni satisfacción porque no son así como ellas son.

Me retuerzo con Simone y pienso que hay que volver a empezar. Sólo puedo decir que el amor no puede ser medido por el consumo mercantil, que las madres deben reconocerse y ser reconocidas como seres humanos, que el ser madre debería ser un constante construirse y mejorar día a día y que debemos de dejar de asumir el amor como un hecho ciego y espontáneo, implica esfuerzo, dedicación, sensatez.

Publicado en Alerta Perú el 4 de mayo 2010
http://alertaperu.org/publicar/articulos/608-sacudete-en-tu-tumba-simone.html


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Sacúdete en tu tumba Simone

sábado, 8 de mayo de 2010


Segundo domingo de mayo: Día de la Madre. Dos semanas antes, las “editoriales” Saga Falabella, Ripley, Hiraoka, Topi Top, entre otras, publican enciclopédicos volúmenes sobre la gran variedad de productos que uno puede regalar a mamá. Se instala así la concepción de que el amor no se mide por la dedicación, el tiempo, la confianza, la solidaridad, la comprensión, la amistad, el soporte, el afecto, profesados día a día, a lo largo de los años, a la autora de nuestros días, sino en qué compras y cuánto gastas. Mientras mejor y más caro, hay más cariño (o más culpa por todo lo que no se comparte con mamá). La medida del amor, ya no es amar sin medida, sino “dilo con tecnología” como reza el eslogan de Radio Shack.

Pero me quiero detener en una de las campañas publicitarias de este año, la de Saga Falabella que es la culpable de que Simone de Beauvoir esté revolcándose en su tumba. Es ampliamente conocido que esta ilustre filósofa francesa denunció la condición de subordinación de la mujer en la sociedad contemporánea y que el mayor aporte que hizo a las ciencias sociales, a la vida misma de sus habitantes, es la sustentación de que no existe un destino biológico sino que hombres y mujeres se construyen en sociedad, bajo parámetros que no han sido dictados por la sabia naturaleza, sino que han sido forjados y desarrollados en las mismas civilizaciones por nosotros construidas. La famosa frase “una mujer no nace, se hace” es la que ha impulsado buena parte de las apuestas feministas y posteriormente de los estudios de género, para develar aquellas estructuras simbólicas, psicológicas, sociológicas, lingüísticas que moldean nuestro ser hombre y ser mujer, nuestra misma construcción de la sexualidad y la identidad, las mismas que conociéndolas y comprendiéndolas, podemos ser capaces de cambiarlas.

Así que el eslogan “Amar está en tu naturaleza mamá” es una patada al hígado de Simone y una cachetada a todas aquellas que creíamos que el determinismo biológico ya había sido desechado de la mente de nuestros contemporáneos. Pero, para ahondar en el problema, la campaña se explica así misma:

“Una madre ama sin esperar nada a cambio; protege y acoge, sorprende y alivia. Una madre hace magia con poco y cura heridas con sonrisas. La naturaleza, probablemente la madre más antigua de todas, es la mejor inspiración para todas ellas, está llena de generosidad y belleza. Esta vez nuestro homenaje es para ese amor natural que heredaron las madres, ya que juntas hacen de este mundo, un lugar inolvidable. Hoy es el momento de hacerle sentir que nadie la ama como tú lo haces. ¡Feliz día mamá! Amar está en tu naturaleza”

Me voy a centrar sólo en dos aspectos cuestionables de este postulado: su carácter idealista y su carácter contradictorio. Las madres, peruanos y peruanas, ciudadanos del mundo, aunque no lo crean, no son perfectas. ¡No! Y sin duda el imponerles como horizonte la perfección es un peso excesivo que deben cargar sobre sus espaldas, aunado a las incontables virtudes que se les imputan. Las madres, como cualquier otro ser humano, tienen defectos y virtudes, aciertos y errores, no aceptarlo es establecer la relación con ellas sobre una ficción frustrante. A su vez, la idea de que el amor es implícito al ser madre es también falsa y negativa. El amor, como cualquier otro sentimiento, se educa, se construye, se alimenta. Y por ello, asumirlo como algo dado impide que sea desarrollado con responsabilidad y madurez, haciendo más difícil la comunicación familiar. En una relación saludable de madre e hijo, ambos crecen como seres humanos, sobre la base de alimentar un afecto recíproco y respeto compartido.

La contradicción se da en un doble sentido. En primer lugar, asumiendo la madre abnegada, mágica, esclava que la sociedad desea, se genera como consecuencia también un mostruo sobreprotector, entrometido, sensiblero que ataca a las novias de los hijos, que no deja a las hijas salir solas a la calle, que opina sobre cada aspecto de la vida de sus retoños. Cuando se le ha pedido a un ser humano que frustre todas sus aspiraciones intelectuales, afectivas y sociales, por consagrarse en cuerpo y alma a otros seres humanos, por velar por su bienestar y felicidad, es lógico que el centro de su vida sean ellos y que se ocupe porque su sacrificio no sea echado por la borda por un mal matrimonio, un embarazo prematuro, una carrera truncada, un exceso de velocidad, una enfermedad venérea. Entonces creamos madres histéricas e hijas e hijos neuróticos. Y esas madres que tanto dicen querer, se hacen odiosas y se les olvida, se les aleja, no se les visita, sólo en el día de la madre.

La otra contradicción, es que ante este interesante símil que se hace entre naturaleza y madre, la naturaleza también adquiriría las virtudes de abnegación, sacrificio y estoicismo que en efecto vive nuestra madre naturaleza ante la explotación, devastación y contaminación de sus contornos.

De modo que tanto el discurso de la madre naturaleza, como el discurso de la madre biológica son falsos, si fueran reales, ¿no se desvivirían las empresas por otorgar los permisos de maternidad?, ¿no se remuneraría adecuadamente a las madres para que puedan sostenerse a sí mismas y a su familia?, ¿no se impulsaría que las profesionales que también son madres subieran en el escalafón al ritmo que su responsabilidad y vocación de sacrificio se consolidara?, ¿no se contrataría inmediatamente a las jóvenes madres para que al nacer sus bebés tuvieran cómo mantenerlos?, ¿no se velaría por sobre todas las cosas que la naturaleza no fuera alterada, destruida, amenazada? No, eso no ocurre, porque una cosa es el discurso idealizado de la madre que les permite vender y otra cosa es la realidad de la maternidad que les impide ganar. Todo ello además envuelto también en un discurso racista, clasista, alienado y deshumanizante, pues la madre además debe ser blanca, rubia, de ojos claros, joven, esbelta y regia. A nuestras madres no se les está valorando en estas imágenes que no las representan, que no les otorgan ningún reconocimiento, ni satisfacción porque no son así como ellas son.

Me retuerzo con Simone y pienso que hay que volver a empezar. Sólo puedo decir que el amor no puede ser medido por el consumo mercantil, que las madres deben reconocerse y ser reconocidas como seres humanos, que el ser madre debería ser un constante construirse y mejorar día a día y que debemos de dejar de asumir el amor como un hecho ciego y espontáneo, implica esfuerzo, dedicación, sensatez.

Publicado en Alerta Perú el 4 de mayo 2010
http://alertaperu.org/publicar/articulos/608-sacudete-en-tu-tumba-simone.html

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